Gómez Centurión: ni lucidez ni coraje.
Por Luis Alvarez Primo En el arsenal sofístico de técnicas de manipulación de la opinión pública y del control político de masas hay una que se utiliza con frecuencia en la democracia liberal, sobre todo, en tiempos electorales: la transferencia impropia del prestigio de un candidato en una actividad a su condición de político en campaña. Así, un conductor de lanchas de alta velocidad termina siendo vicepresidente de la nación, un jugador de futbol, gobernador, un niño rico empresario presidente, un comediante con afición a travestismo candidato a gobernador, un conductor porno potencial candidato, etc, etc. Ninguno, ni qué decirlo, con la formación intelectual y moral ni el ‘cursus honorum’ necesarios para la afrontar con responsabilidad la cosa pública. Son una especie de colectoras humanas de votos, inescrupulosos, –y habitualmente extorsionables--que el sistema habilita a tal fin, e inexorablemente, con las peores consecuencias para el pueblo y los destinos de la nación. Tod