Primera parte: La opción nacional


I Presentación


Patria y Fe es un movimiento político y no un partido político más.


Es la savia joven del Movimiento Nacional surgido con la Argentina, el patriotismo militante que otra vez levanta sus banderas contra la dependencia política, económica y cultural e intelectual, encarnada en sus personeros locales: los falsos dirigentes que hundieron a la Nación desde los últimos 80 años y hasta en el presente caos espiritual, social, y material.


Nuestro objetivo es la consecución y el ejercicio legítimo del poder, para cortar al fin la entrega desvergonzada de nuestro patrimonio y abolir el actual estado de indefensión generalizado. Eso implica el desplazamiento y el castigo de quienes hicieron de la función pública o del sindicalismo un pingüe negocio particular, traicionando a sus representados en perjuicio del bien común, del bienestar general, y de la defensa común.


El instrumento jurídico adecuado para lograr dicho objetivo no es la confirmación de un partido político, que ya demostró su ineficacia por el impacto histórico devastador que permanece inalterable en la opinión de los ciudadanos de la República.


Si nó un movimiento político integral que abarque aspectos de la educación de dirigentes y su correcta formación para gobernar con responsabilidad conscientes de que el gobierno es una responsabilidad y servicio hacia el prójimo logrado a largo plazo.


Patria y Fe se presenta como la verdadera opción nacional, con características que lo individualizan, lo diferencian y otorgan la independencia de ideología parásitas, liderazgos mesiánicos o populistas; que fueron importados por cipayos de potencias extranjerizantes que por lo general pululan y favorecen la destrucción de la identidad de nación libre y soberana.



II No es totalitario:


1.- Primero, porque rechaza toda ideología política con pretensiones universales y absolutas que explique de dónde viene el mundo y hacia dónde va, como nos tienen acostumbrados los profetas del liberalismo y del marxismo en sus innumerables subespecies y mutaciones.


Esas ideologías vigentes en casi todos los partidos actuales se convirtieron a su vez en herramientas concretas de disolución y germen de crueles enfrentamientos: las etiquetas importadas de “izquierdas”, “derechas” y “centros” –esquemas irreales, irracionales y feroces- son falsas opciones utilizadas para fabricar odios internos, distrayendo a los ciudadanos de los verdaderos objetivos nacionales a defender y conservar. En innumerables y continuados turnos de fracaso, todos ellos probaron su inutilidad e impericia incluso acelerando la evidente decadencia generalizada del país.


2.- Porque en la constitución histórica de la Nación el movimiento Patria y Fe acepta la existencia de instituciones permanentes que limitan y controlan a los gobernantes e impiden la unificación totalitaria, la hegemonía y la suma del poder público en un grupúsculo de iluminados.

Así, por ejemplo, la familia, que con su natural función es la base de toda sociedad y Nación que es educadora por excelencia, puso siempre límites al poder central y a los diversos poderes sectoriales, hoy es atacada en sus fundamentos para imponer una elección suicida:No sólo les basta con el abortar el crecimiento de una población peligrosamente escasa en relación a nuestro territorio, sino que también buscan destruir un o de los pilares de la sociedad promoviendo un concepto de depravación y degeneramiento sin precedentes al cual adhieren sin la menor vacilación o titubeo.
También hacen lo propio con los demás cuerpos intermedios de diferente tipo, que han ido configurando el orden social de la Argentina. Nuestro movimiento de ningún modo pretende suprimirlos sino, por el contrario, vigorizar la influencia de estos cuerpos en la nueva vida de la Nación.

Tampoco es posible desconocer que la Iglesia Católica –considerada como institución temporal debido a la ignorancia supina que manifiestan un sin número de pseudo dirigentes sin importar su edad y formación académica, y no en su definición de Cuerpo Místico- constituyó durante toda su historia un poder independiente en relación al inestable poder político de turno. Por eso todos los partidos, académicos, teóricos, y los gobiernos tanto absolutistas como totalitarios, la atacaron como representante de un Estado extranjero dentro del gran Estado Totalitario. Como se explica más adelante (apartado IV), no constituimos un movimiento confesional, ya que debemos proveer al bien común y al bienestar general de todos los argentinos, pero rechazamos por eso mismo cualquier fobia de fundamentalismo tanto antirreligioso como ideológico: simple y objetivamente aceptamos como hecho insoslayable la activa presencia de la cultura cristiana en la formación de nuestra nacionalidad, plasmada por otra parte en el art 2 de la Constitución Nacional y en Pactos y Tratados concordantes en esta materia.

III. Es republicano:


Porque este es el sistema establecido en la Constitución de acuerdo a los pactos preexistentes, que le otorgan su fundamento en la continuidad histórica de la Patria: además, esta tradición concreta fue aplicada por casi dos siglos de gobernantes, ninguno de los cuales rechazó ni cuestionó la legitimidad republicana, aunque muchos impidieron momentáneamente el ejercicio pleno del orden constitucional.


Reafirmamos también que la república, tal como aparece en nuestra actual Constitución, es un sistema mixto: en él se encuentran armonizadas las diversas formas de gobierno y sectores de la población, de tal modo, que es posible lograr el bienestar de todos previniendo las inclinaciones extremistas evidenciadas en estos últimos años a través de la “democracia directa” del presidente Alfonsín o los decretazos dictatoriales de Menem, como también del uso indebido de las instituciones de la república, como en la presidencia del N. Kirchner y Sra. C. Kirchner.


Por último, no existe, a nuestro juicio, ninguna institución que en la actual circunstancia pueda reemplazar de modo permanente o prolongado el sistema republicano, como lo intentaron los gobiernos [tanto de facto como los totalitarios que una vez electos traicionaron a su electorado] cívico militares, los que se alzaron contra la población provocando el sufrimiento y desasosiego durante un largo  tiempo y decidido consenso de una minoría de la población.


Nuestro planteo es estrictamente realista, carece de pretensiones intemporales y de ninguna manera identifica la Constitución, la república o cualquier otro sistema de gobierno con la existencia de la Patria.


Sencillamente ofrecemos una propuesta adecuada al presente inmediato, sin estafas y sin retórica. Sabemos por reiterada experiencia que quienes han reclamando la democracia eterna tendrán mañana un personero, o un títere para ejercer el poder con los gobiernos dictatoriales o de facto, en nombre del progreso o la república, del futuro; proponiendo soluciones mesiánicas ya conocidas desde la Francia del siglo XVI, “el gobierno, república, Soy YO!”, o sentenciando “ el único que puede gobernar es el PJ”, entre otros.


Así, pues, si bien nuestro movimiento acepta las actuales reglas de juego constitucionales, a pesar de las trampas escandalosas que en la práctica las invalidan, tiene y tendrá propuestas políticas en el caso tan repetido de que los mediocres ideólogos “democráticos” tomen el poder por la fuerza o participen de una revolución más o menos civil; y/o más o menos militar. Para darle al Pueblo de la República poder, más aún el derecho de elegir la los representantes proponemos derogar aquellos artilugios que han sabido imponernos como la ley de lemas, ley de elecciones internas abiertas y obligatorias (PASO), listas sábanas y otras. Exigimos que los candidatos a representantes del Pueblo de la República sean conocidos por sus electores distritales, obligando a los candidatos a exponerse ante los ciudadanos de la República. Si tienen miedo que abandonen la carrera política.



IV No es confesional:


La misma constitución histórica de nuestro país, antes mencionada, demuestra la existencia de luchas ideológicas complejas, por lo menos desde el siglo XIX, que desembocaron, durante la centuria pasada, en las más crueles guerras civiles conocidas por nuestro pueblo.


Recordemos el enfrentamiento entre federales y unitarios, azules y colorados, como otros tantos que se sucedieron constantemente hasta hoy. El predominio de gobernantes con convicciones liberales hasta Yrigoyen, la existencia de comunidades religiosas arraigadas en niveles superiores y el actual debilitamiento del catolicismo popular con la creciente actividad de agrupaciones religiosas diversas.


Ante la notable y secular fragmentación ideológica de nuestro país, el movimiento Patria y Fe ofrece un ámbito de convergencia, una dirección armónica para ciudadanos con orientaciones distintas pero unidos por su voluntad de bien en torno a algunos pocos objetivos comunes.


Entre sus dirigentes hay hombres que siguiendo los ejemplos de nuestro padres, abrazaron la fe y tradición católica, como también otros de los más diferentes orígenes. Sus cuadros están abiertos a todos los ciudadanos de bien que conserven una vocación de servicio al prójimo y de amor a la Patria.



V es un movimiento revolucionario y popular:

El patriotismo no es ideológico como tampoco movido por intereses financieros extranjeros, ya que se basa en el buen natural de todo ser humano; en el ciudadano argentino, más concretamente, porque comprueba el despojo metódico a que está sometido el país y sus bienes, derechos y obligaciones. Aunque carezca de una información detallada, el ciudadano tiene la certeza de que sus representantes lo traicionan, ostentando al mismo tiempo una peculiar grosería moral y estética que lo subleva.


Afirmamos que esta situación obedece a la existencia de un sistema de intereses contrarios a la Nación, que ha privilegiado solamente a la clase autoproclamada “dirigente”, que constituye el trasfondo y el fundamento de la corrupción. Se trata de una constitución paralela, una ley no escrita, pero de cumplimiento estricto, que nos proponemos derogar.


Este es precisamente nuestro objetivo revolucionario: destruir la constitución paralela y devolverle vida plena tanto a la letra –hasta ahora muerta- como al mejor sentido de la Constitución legítima.


“Revolución” no significa para nosotros caos social, cívico, moral, religioso y sexual impuesto por los ideólogos cipayos que hasta el hartazgo parecieran disfrutar del pesar y dolor de la ciudadanía; significa ante todo, la destrucción de los fundamentos antieconómicos, inmorales y viejos políticos reciclados a nuevo, del Estado inútil, intolerante y autoritario que regentea el sistema de dependencia continua. Demostrando esto en lo que dijera, en el cierre de discurso de campaña, un encumbrado líder político “Entre la independencia y la dependencia elegimos: La Dependencia” (cierre de la campaña presidencial 1983 lista 102) y los presente aplaudían y vivaban.


Reducir aquellos intereses a límites razonables, reemplazar la calesita de dirigentes ficticios y corruptos por hombres de bien, promover desde el gobierno la defensa de los verdaderos intereses nacionales –de la industria, el agro, el trabajo, la educación, la independencia tecnológica y la decencia- es el objetivo más revolucionario y popular que los argentinos pueden imaginar, y que está pidiendo a gritos sin que nadie los escuche.


Realmente estamos en presencia de una auténtica tiranía, cuya legitimidad no está definida por la forma o el origen del gobierno (golpe o elecciones), sino por sus fines y el ejercicio perverso del poder.


Nuestros teóricos y propagandistas políticos dividen el mundo en buenos y malos, demócratas y dictadores. Estos señores no usan ni quieren oír de la palabra “tiranía”, tan cargada de sentido y tan exacta para caracterizar nuestro régimen.


La tiranía, siguiendo a los grandes pensadores de nuestra tradición cultural, consiste en gobernar contra el bien común, contra la naturaleza del país y la moral pública, cualquiera sea la manera de llegar al poder y los medios que luego se empleen.


Hay tiranos sangrientos y tiranos tiernos, serios y sonrientes, groseros y seductores, populares y aristocráticos, tiranos deportistas y tiranos sedentarios, mujeriegos y célibes, religiosos y ateos. La Argentina los tiene de toda clase, pues nuestra tiranía abarca demasiados años y gobiernos.


Los mejores antepasados discutieron largamente sobre cómo voltear al tirano, y muchas veces se les fue la mano en dirección a la espada o al puñal. Nuestro movimeinto cree que aún estamos a tiempo para derrocar esta tiranía con las armas que nos da la ley y una decisión inteligente por la militancia política.



VI Nuestro nacionalismo:


El nacionalismo que propiciamos no es nada más –pero absolutamente nada menos- que el patriotismo republicano, natural a todo ciudadano de bien nacido que interesado en el bien común se asocia libremente de acuerdo con nuestra Constitución Nacional para la defensa de su país agredido y destrozado social y económicamente.


“Nacionalismo Republicano”  llamó D. Juan Bautista Alberdi, a los postulados sobre los que se debe construir la República Argentina. Pero la desidia, ignorancia, avaricia, impericia, llevaron a una indefensión y dependencia premeditada y alevosa a que nos condujeron a sucesivos gobiernos tras el mito imbécil de la “colonia próspera” y la división del internacional del trabajo que desde 1825 con el Acuerdo de Comercio Argentino - Británico, el pacto Roca Runciman (1933), luego la Asamblea de las Naciones (1938), más recientemente al “Plan Brady” y Megacanje (2001), los nuevos pedidos de préstamos al FMI y esta clase política que se recicla constantemente desde el siglo pasado, impone a la población que observa impávida como se la empobrece sistemáticamente con una interminable sucesión de devaluaciones, abuso de poder, compras de materiales inservibles. Donde jamás se atacan las verdaderas causas del desmadre.


Para la comprensión cabal de nuestra postura no haría falta decir nada más, si no fueran previsibles ataques fundados en la ideología y el interés.


En el interés, porque el patriotismo militante de nuestra gente amenaza arruinar el gran negocio de los invasores y traidores quitándoles el manejo de la administración pública; además está el temor a las consecuencias: perderán la impunidad consensuada de la que hoy se jactan. Por último, la cultura patológica de otorgar privilegios a intereses políticos y económicos extranjeros, quienes son precisamente el verdadero beneficiario de la depredación y además moverán cielo y tierra para presentarnos como monstruos extremistas, insignes brutos, incapaces e ignorantes que no pueden mantener su propio hogar y como a pobres nativos que es necesario educar para su beneficio (forzando de la forma que sea, a aceptar la educación ideológica extanjera para reforzar la dependencia). Ya que estos nativos (nosotros los Ciudadanos de la República) no saben cómo beneficiarse ni comportarse como correctos civiles.


En la ideología, porque el nacionalismo europeo y algunos representantes del argentino, siguiendo posturas filosóficas alemanas (Nietzsche, Hegel, Marx, etc.), inglesas (Locke, Hume, etc), franceses (Sartre, Michel Foucault, Simone De Beauvoir, etc.) comunes a liberales, comunistas, anarquistas, como todos aquellos extremos (ismos de cualquier índole), que sostuvieron y sostienen las más variadas y descabelladas tesis políticas totalitarias. Es posible entonces que personas más preocupadas por las palabras que por la realidad nos equiparen con estos grupos.


Sin embargo son pocos los ciudadanos de buena fe que pueden caer en ese error; la población común no ideologizada entiende perfectamente nuestros criterios y está madura para apoyar una vigorosa respuesta argentina.


Nuestro nacionalismo, ya lo dijimos, defiende la herencia religiosa, cultural, humana, económica y territorial de la Patria, respetando su desarrollo histórico. Pero es un nacionalismo no sólo de origen sino también de proyecto: pretende lograr la prosperidad de los argentinos tal como son, incluidas sus divergencias en temas trascendentes. Esta posición política tiene milenios de tradición intelectual, fue profundizada por los mejores pensadores cristianos y carece de todo matiz racista o de prevención hacia el extranjero, que nuestra tierra ha recibido con los brazos más abiertos que ninguna en la historia humana.


Pero nadie se engañe; esa actitud espiritual no nos impide, al contrario, nos obliga a defender el interés nacional y la felicidad objetiva de conjunto en todos sus niveles para amparar esta tierra y sus pobladores con firme voluntad patriótica.



VII La concordia política:


Tal objetivo revolucionario constituye el único fundamento inmediato de la concordia política, que el país reclama para seguir existiendo con su actual territorio y organización.


Hemos vivido en el siglo XIX una guerra civil feroz, inicua, que terminó con la derrota nacional, la balcanización de la Patria Grande, la pérdida de las Misiones, la creación de Estados tapones, la renuncia a la soberanía de nuestros ríos, la imposición de un dogma racista contra la población nativa y un cáncer cívico cuyo estado terminal estamos sufriendo.


Hace poco un enfrentamiento promovido muchísimo más por teorías y conveniencias foráneas que por las necesidades reales del país enlutó a buena parte de los argentinos. Los espíritus aún están enajenados en esta disputa tan ardorosa y absurda. Mientras la discusión estéril se prolonga en el tiempo, los responsables de las violaciones a la Constitución Nacional y a las leyes de la República, de todos los lados continúan la batalla sin cuartel.Es necesario pacificar completamente el pasado y debe hacerse con rigor y decisión


En nuestra ley suprema no existe disposición alguna que, correctamente interpretada, impida el buen gobierno, pero los gerentes de la gran estafa utilizan contra el bienestar general un código perverso, un pacto de impunidad entre hampones, es decir, la constitución antinacional realmente en vigencia.


La concordia política se funda siempre en los beneficios concretos de la comunidad, en la coincidencia de criterios sobre tales beneficios, no sobre las convicciones religiosas e intelectuales; la concordia proviene de la caridad hacia la Patria, de la unión de voluntades en pro del bien común elemental, jamás de opiniones relativas a temas elevados pero no inmediatos.


Por eso no habrá concordia política mientras los argentinos difieran sustancialmente en cuanto a sus intereses prioritarios y a las decisiones indispensables para protegerlos; precisamente la obediencia a las leyes, la ejecución voluntaria y masiva de las mismas, sólo puede surgir de una alianza mínima pero indispensable que permita lograr un sistema nacional de economía y moral pública.


No es por cierto obra de un día, ni pude resultar de imposiciones unilaterales, sino de acuerdos menores que, sumados en vista de un proyecto total, armonicen las conciencias de los individuos y de los diversos grupos sociales.


Nuestro movimiento pretende colaborar de modo fundante y decisivo en esta empresa suprema, de la que depende la unidad del Estado y la sociedad.


Rechazamos entonces por igual los verdaderos extremismos que destruyen la Argentina, disfrazados según la ocasión con los ropajes cambiantes de izquierda, derecha o centro; en realidad, por un lado están los que proponen abiertamente disolver las instituciones mediante la propaganda de una pseudo-democracia manipulada en provecho de algunos miles de avivados. Por el otro, los conservaduristas de un sistema con apariencia institucional y partidaria, que atentan sin tregua contra los intereses del país y agreden a la población.


Patria y Fe, en cambio quiere ser un movimiento republicano, capaz de impedir tanto el caos social como la hipócrita estructura del sometimiento, ofreciendo soluciones completamente diferentes y enfocadas a las mayorías, y restaurando lo mejor de nuestra tradición cívica. Por eso, y no por motivo ideológicos, es el movimiento político llamado a reconstruir la Nación.


Parte dos y tres serán publicadas más adelante.




 Muchas Gracias.

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