Conservar nuestra cultura es el pasaporte hacia el genuino progreso y prosperidad, como lo demuestra el país más desarrollado. Restaurar las reservas morales no sólo nos posibilitaría desprendernos de la ‘ayuda’ del Fondo Monetario Internacional, sino que determinaría una formidable, cuantiosa y tangible recomposición de nuestras reservas dinerarias. Esta correlación es poco mentada, pero es crucial para que la Argentina reencuentre su camino, sin dudas con el auxilio de nuestras creencias. Porque somos antes que nada espíritu, a pesar de que pareciera que lo olvidamos.



LA ARGENTINA ‘AVIVADA’ Y AGRIETADA

Por Alberto Asseff*



  Nuestro país sigue a las andadas. Persiste en ser ‘viva’ y en subsistir dividida.
‘Viveza’ y desunión, dos perversidades que han enfermado nuestra alma y empobrecido materialmente a prácticamente todos.
“Vivos”, pero desfallecientes, atrapados en el pesimismo e incertidumbre sobre nuestro porvenir.
La ‘viveza’ es la que caracteriza a los dirigentes en general y no sólo políticos. Es ser ventajero, oportunista, acomodaticio, clandestino, 
sistemáticamente peleado con la ley y las reglas. Sin valores, la ‘viveza’ está en las antípodas del compromiso, responsabilidad, solidaridad, patriotismo, mérito, esfuerzo, laboriosidad. Por eso la mitad de la Argentina ha sido deslizada al peor escenario, sobrevivir sin trabajar ni estudiar, cada vez más excluida y vulnerable. Media Argentina manipulable.     Agravado porque esa
mitad es más fértil que la otra y ello permite pronosticar que se acrecentará
numéricamente. La ‘viveza’ también ha naturalizado la impunidad. Para ese
sector – que transversaliza a la dirigencia que en la práctica la representa – la
corrupción es sólo una maquinación político-judicial y en última instancia no
es punible ‘porque todos son corruptos’. Se incorpora la corrupción como un
elemento de nuestro ser ¡Una perversidad que debería dejarnos perplejos!
La ´viveza’ nos ha hecho descender a las sombras del quinto subsuelo – por
no decir infierno. Lo que pasó en el barrio porteño de Floresta el miércoles
21 de noviembre, es literalmente patético, único en todo el planeta:
patrulleros retrocediendo – en notoria fuga – ante hordas que apedreaban y
lanzaban objetos contra los móviles, con un saldo de más de una decena de
agentes heridos. Es evidente que se le ha venido quitando autoridad a la
policía invocando un ideologismo garantista exacerbado y a horcajadas de
una corrupción que nefandamente también penetró en la institución. Así,
para evitar el ‘gatillo fácil’ se desarmó de autoridad a la institución y se dio
impulso a la pena de muerte de facto instaurada por la delincuencia,
dejándole el control de la calle. Ora barras, en otra ocasión bandas y hasta
dúos aislados, todos asolando a millones de argentinos atribulados por el
crimen que se ha entronizado en el país. Que nos impide ser libres.
Delincuencia común y de ‘guante blanco’ van de la mano. Se
retroalimentan, se nutren mutuamente. Si roban ‘arriba’, se roba ‘abajo’. El
mal ejemplo es corrosivo. Destructor por antonomasia de la virtud social. Sin
paradigmas vamos cual errabundos.


  La desunión es histórica, salvo ’intervalos lúcidos’ de paz y administración.
Signó nuestra vida nacional. Argentina, ‘país de la plata’ anduvo con el viento
a favor de las facilidades de su tierra y clima, pero inconcebible,
desopilantemente, autogeneró una atmósfera hostil con sus luchas, guerras,
divisiones, traiciones, bajezas. ‘No sé de qué se trata, pero me opongo’ es un
modo de ser peculiar. Tendencia al oposicionismo, reacios al constructivismo.
Somos adalides en buscar y encontrar causas para fragmentarnos, para
crear abismos. Repelemos la misma idea del ‘puente’, del ‘encuentro’. Al
pacto lo estigmatizamos como contubernio. El acuerdo siempre encierra la
suspicacia de la venalidad.
En estos meses nos mandamos uno de los peores disparates: dividirnos
entre ‘celestes’ y ‘verdes’. Los celestes son todo verde esperanza, pues ¿qué
otra cosa es un nueva vida? ¿Una vida por nacer? Millones de argentinos se
embargan de emoción inenarrable ante el niño que viene. Lo esperan con
amor. Sin embargo, unos ideólogos tipo secta han tomado el género como
trofeo bélico y quieren trasmutar arbitrariamente nuestra cultura. Como se
desplomó la ideología del socialismo utópico –excusas para la utopía y su
venerable optimismo implícito-, del igualitarismo hacia abajo, de la
mediocridad, de la vida dirigida únicamente por la política pública, truncando
la libertad e iniciativa de la gente del llano, del ateísmo militante que ubica a
la religión como enemiga del progreso -un anacronismo aberrante-, hallaron
en la ideología de género como factor de agitación. Mientras miles de
compatriotas en el gran Chaco –en Salta, Formosa, Chaco propiamente y
Santiago del Estero– no tienen una gota de agua corriente, un inodoro, una
semilla, un pizca de dignidad, en los centros urbanos ‘combaten’ por
‘ampliación de derechos’. Los derechos de muchos argentinos se limitan,
pero un activismo militante lucha porque no haya ‘ni una menos’. Plausible,
pero debe ser una puja completa. Deben adoptar ‘ni una vida menos’, la
defensa de las dos vidas, incluyendo a los más indefensos e inocentes, los
niños por nacer.
  ¡Claro que necesitamos educación y responsabilidad! No queremos el
embarazo de las adolescentes. Pero la solución es más familia, más Estado
obrando eficazmente, más maestros, más horizonte para los jóvenes. El
aborto no puede admitirse desde la Fe y tampoco desde la ética ¿Cómo
aceptar que sea adoptado como método anticonceptivo?
Es hora de poner una alta dosis de normalidad en el país. Que impere la ley,
que rija el sistema institucional, que el tejido social se arquitecture en torno
de su célula básica que es la familia. Que se reentronicen, por la vía de la 
educación, los valores. No seremos un pueblo progresista porque
abandonemos nuestra cultura y tradiciones. Es tiempo de desplazar a esos
sedicentes progresistas cuyo máximo logro es desplegar la burocracia por los
barrios y sacar los crucifijos de las oficinas estatales y agrandar a un
notoriamente disfuncional Estado. Los que dan abundantes ‘garantías’ a los
criminales – cuando no son conniventes con ellos -, pero desprotegen a las
víctimas, que a la postre somos todos.
  Conservar nuestra cultura es el pasaporte hacia el genuino progreso y
prosperidad, como lo demuestra el país más desarrollado. Restaurar las
reservas morales no sólo nos posibilitaría desprendernos de la ‘ayuda’ del
Fondo Monetario Internacional, sino que determinaría una formidable,
cuantiosa y tangible recomposición de nuestras reservas dinerarias. Esta
correlación es poco mentada, pero es crucial para que la Argentina
reencuentre su camino, sin dudas con el auxilio de nuestras creencias.
Porque somos antes que nada espíritu, a pesar de que pareciera que lo
olvidamos.


*Diputado del Mercosur y dip.nac m.c.; presidente del partido UNIR

www.uniragentina.org

Comentarios

  1. Un país sin raíces, dónde los pilares de la Nación educación, seguridad y salud, se destruye, está destinado al empobrecimiento generacional.
    Es muy cierto lo expuesto, continúen la lucha y bendiciones para que sus objetivos se cumplan.

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  2. Célula básica que es la familia...la que en tantos años se ha defenestrado,asi como el ideal de país que nuestros próceres han documentado.
    Ánimo! Hay que seguir en la lucha.

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